Irse es el más culposo placer.
Encontrar que en otro lugar te sientes en casa aún estando entre paredes desconocidas, caminando en calles sin saber a donde llevan y escuchando un acento que no puedes evitar pensar, un día tendrás.
De pronto, no hay quien te salve y la mezcla del miedo y la seguridad que esto causa te llena de la más pura melancolía. Esta es la definición del sentimiento, esto que se siente que es una mezcla entre nostalgia y emoción, alegría y felicidad. Una comedia dentro de un drama. ¿o es al revés?
Acabo de ajustar el reloj de mi computadora a la hora de un país que no es el que me enseñó a comer salsa Valentina con Rancheritos. Un país en donde la corriente no va a 120 voltios y mi maquinita para depilar no funciona sin quemarse cuando la conecto. Donde las banquetas no son anchas y no puedes caminar junto a otra persona y sino en fila de hormigas para que alguien más pueda pasar.
No lo había hecho porque no había necesidad; aún no era real. Fue real cuando pensé tengo que barrer porque el piso no se barre solo y mis calcetines se están ensuciando. Aún así es maravilloso, aunque la ropa no se seque a tiempo y todo esté cerrado los domingos. Parece como si jugara a la casita y por eso sé que algo falta, pero no importa, ya me asustaré cuando eso llegue.
Lo más extraño es hablar inglés con gente que habla español (y un montón de idiomas extraños), en un país que tiene el castellano como lengua oficial, en una ciudad donde todos hablan catalán en las calles. Lo mejor es que les entiendo. Más de lo que entendía cuando llegué. Y que la primera persona que me agregó a Facebook es turca. Que hay tiendas de té por todos lados y hay cafés, librerías, tiendas de teléfonos y peluquerías por igual. Que mi credencial de estudiante es magenta y me hace descuento en libros de Taschen. Que aunque no he visto la playa, ya vi el mar. Y las patatas bravas con sangría. Y que vendan alfajores Havana en el Corte Inglés, a precio de oro. Saber que he vivido una semana con alguien y sigo hablándole.
Lo peor es que a los únicos españoles que conozco son el señor que me renta y a su hijo de 5 años, el chico de MoviStar, la señora de Vodafone, la chica que cuida los libros de la escuela, la secretaria y la titular que parece sacada de una ilustración de Garance Doré. No tener Internet automáticamente, el desfase de horarios y el costo de las llamadas. Las fallas de las tarjetas del banco y no poder agarrar el teléfono por que sí. Contar las monedas de un centavo y pensar ¿cuánto es esto?
Lo mejor es que tus papás te digan “estás más valiente y más lista de lo que pensaba”. Lo peor es que no estén aquí para descubrirlo juntos. Saber que las relaciones son como ligas que cuando se estiran mucho quedan inservibles. Saber que tengo que cambiarme antes del 3 de enero y mover mis cosas de nuevo.
Pero me gusta, me gusta mucho. Y amo la Fnac.
3 Gente dice...:
Yo acá tengo una extraña mezcla de envidia, nostalgia, alegría y mucha extrañación. Pero el sentimiento que gana es el de "I feel like a proud momma". Te quiero mucho,(y a la fnac).
jejejeje you proud person jejejeje produ tree, proud cuz, proud friend. i keep remembering about me being tu más cercana lejanía. You are, too.
ibid a lo que dice arbolito...Agrego que nuestra liga jamás será inservible... perdida a lo mejor pero funcional en su muy particular forma de ser... te amo sis...miss u
Post a Comment