Cansada, en silencio. Se deja caer como pluma del ave. Como ave del aire. Como hoja del árbol. Sus ojos se cierran se invocan a una oscuridad indefinida, dibujada por colores sin luz. Y ha llegado ese dolor en el pecho, esas agujas de hierro líquido. Sus costillas, buscando el equilibrio han estado empujándose unas contra las otras, se enfrentan sangrientamente dejando lo demás fuera del campo. Sólo son consecuencias de actos. Y en medio de la batalla, ahí en el claro, entre montañas, se aprisionan los deseos del alma. Tenemos alas, pero no volamos. Por no liberarse entre la carne se buscan salida de entre los huesos. Cada nervio, nace y se va creciendo, metiéndose por todos lados, haciéndose camino hacia el corazón. Siempre se dijo que era lento, esa sensación de sueño, ese querer sin contar el miedo. Hay alguien dentro, trata de salir de la prisión hecha de fibras y esqueletos. Cada suspiro lastima. Se mete como soplo de aire dentro de la carne; a fuerzas, sin ganas. Y ay de las manos, ay de los pensamientos, se van moviendo solitos, sin esfuerzo. Se van terminando las fuerzas de evitarlos, de dejarlos de lado. Esa parálisis que causa el miedo, cada momento para tomar nuevo aliento y esas bolsas de sangre que se inflan y se rompen se van acostumbrando a doler. Tienen miedo de quebrarse, se detienen justo antes de llenarse, de llegar a las puntas, a los finales. Antes de estar completos. Saben que duelen, nunca están llenos. Las luces se van terminando, está vez conocerá el silencio. Dormirá por horas en minutos mientras caminan afuera en su ventana dragones y muertos. Y tú que dijiste que no había anda dentro, ahora ve y te enseñará el mundo lejano de lo extraño y perdido. Ya que, pensó mientras con esfuerzo y la boca abierta toma otra bocanada de aire.
Tuesday, September 12, 2006
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